Las Palmas de Gran Canaria, 28 de octubre de 2024.- Un concepto moderno de inventario cultural impone considerar todos aquellos activos que, en un sentido amplio pero también trasversal, contribuyen a conformar la identidad de un pueblo, una sociedad, un territorio. De ahí que los cementerios se hayan convertido hoy en objeto de análisis como recintos de interés patrimonial y hasta artístico para las ciudades. Incluso como recursos turísticos de primer nivel, en una visión contemporánea del viajero. En este contexto, Las Palmas de Gran Canaria puede presumir de contar con camposantos de gran interés histórico que, al mismo tiempo, ejercen de memoria cultural de la urbe. Empezando por su cementerio más viejo.
El cementerio de Vegueta
El cementerio de Vegueta es el camposanto más antiguo de Las Palmas de Gran Canaria, con más de dos siglos de historia. En funcionamiento desde 1811, este recinto se edificó en plenos estragos de la fiebre amarilla en la ciudad. Aún permanecían bien presentes en la memoria colectiva local los más de dos mil cadáveres que provocó el cólera en 1851 y que hubieron de ser enterrados en fosas comunes, por falta de espacios adecuados en la ciudad.
Las iglesias, lugares habituales para los enterramientos, quedaron desbordadas entonces. Además, en 1787 la corona española prohibiría las inhumaciones en los templos religiosos. Aquella Real Cédula de Carlos III propició, a corto y medio plazo, un cambio en la disposición urbanística de las ciudades, que hubieron de integrar estos espacios funerarios en su trama urbana. Y la capital grancanaria no fue una excepción.
Las autoridades de la urbe escogieron entonces un terreno ubicado fuera de sus murallas para establecer su primer cementerio. Era el solar conocido como Los Callejones, que hasta entonces se había destinado al cultivo de plataneras, en el límite sur del casco fundacional de Vegueta.
A mediados del Siglo XIX se emprendieron las primeras reformas en el camposanto, que adquiría desde entonces una dignidad arquitectónica y patrimonial que ha terminado por enriquecer el acervo cultural de la ciudad. El arquitecto, urbanista y pintor Manuel Ponce de León, natural de Las Palmas de Gran Canaria, es el autor del pórtico de acceso. Una estructura de estilo clásico en cuya parte superior permanecen grabados en piedra los definitivos versos de Mariano José De Larra: "Templo de la verdad es el que miras / no desoigas la voz con que te advierte / que todo es ilusión menos la muerte". La portada del cementerio, edificada con anterioridad, tiene también pedigrí: se le atribuye al escultor y arquitecto Luján Pérez, nacido en el municipio grancanario de Guía.
Un documental del cineasta Amaury Santana, «Cementerio de Vegueta. El guardián de la memoriaۜ (https://www.youtube.com/watch?v=gg6gkMOPvKE), detalla la historia del recinto funerario que es memoria viva de la capital grancanaria. El paseante puede encontrar aquí, en este declarado Bien de Interés Cultural, verdaderas joyas patrimoniales y artísticas.
Monumentos, lápidas y una amplia muestra de ornamentaciones con motivos funerarios conforman un conjunto histórico distinguido por la prevalencia de los estilos neoclásico y modernista, aunque no son los únicos allí representados. En el cementerio se pueden distinguir dos zonas diferenciadas, fundamentalmente, por el orden social de los fallecidos. En una descansan los más pudientes, en la otra, los difuntos de origen más humilde, El observador podrá distinguir sin demasiado esfuerzo estas dos áreas en el recinto.
El cementerio de Vegueta guarda también los cuerpos y la memoria de decenas de personalidades destacadas en la historia de la ciudad. Es el caso del doctor, antropólogo y fundador de El Museo Canario, el doctor Chil y Naranjo. También el del alcalde Antonio López Botas, recordado por su empeño en la promoción de la Cultura y por haber orificado, entre otras cosas, la fundación del Gabinete Literario de Las Palmas. En este camposanto de Vegueta descansan, del mismo modo, el artista isleño y destacado representante del modernismo Néstor Martín-Fernández de la Torre, el poeta modernista Tomás Morales (señalado por la escultura El Implorante, del palentino Antonio Macho) o el tenor Alfredo Kraus, nacido en la capital grancanaria y reconocido talento universal. En esta última tumba destaca la escultura en la que Lourdes Umérez inmortalizó su célebre gesto como Werther, en la ópera del mismo nombre. Otra escultura del artista genovés Paolo Triscornia di Ferdinando, en cambio, rinde homenaje a las 74 víctimas mortales del hundimiento del barco italiano Sud-America, en una tragedia acaecida en la costa de la ciudad en el año 1888.
El cementerio inglés
A poco más de cuatro kilómetros del cementerio de Vegueta, en el popular barrio de San José, se ubica otro camposanto con un gran valor histórico para la ciudad. Es el cementerio inglés, construido en 1834. Un año, una época, en al que la presencia británica en Las Palmas de Gran Canaria era uno de los rasgos de identidad de la urbe. La influencia del Puerto, el tráfico mercantil con el Reino Unido y el despliegue que los ingleses protagonizaron en la sociedad isleña, terminó por filtrarse y transformar su cultura, su urbanismo y su vida social.
Un grupo de relevantes familias asociadas a los grandes negocios británicos en la capital grancanaria impulsó la edificación de este cementerio. Su necesidad también estaba determinada por la diferencia de cultos que los británicos, protestantes anglicanos, mantenían con la católica sociedad grancanaria. Por eso, sus inversores optaron por comprar lo que entonces era un solar libre en el extrarradio de la ciudad, garantizando así un espacio adecuado para sus ritos funerarios.
Los enterramientos de británicos en este espacio llegaron a ser muy habituales en el Siglo XIX y hasta bien entrado el Siglo XX, cuando un nuevo boom del turismo europeo, británico y nórdico, se hizo sentir con fuerza en las Islas. Si bien estas ceremonias han disminuido, se han seguido produciendo en esta segunda década del Siglo XXI. Lo cierto es que las más distinguidas familias inglesas que dejaron su impronta en Gran Canaria descansan aquí, así como otros ilustres turistas del Reino Unido que fallecieron en unas islas a las que habían llegado para someterse a sus tratamientos en balnearios y tratar de alargar su vida con los beneficios del clima canario.
También se han enterrado en este recinto a difuntos de otras nacionalidades cuyas familias han preferido este entorno propio de las costumbres protestantes. Así lo atestiguan cruces, lápidas y decoraciones accesorias de un cementerio que permanece cerrado al público, pero con el que se pueden organizar visitas guiadas. De hecho, en los últimos tiempos se ha convertido en uno de los recursos turísticos más originales de la ciudad.
Cementerios con personalidad
La capital grancanaria dispone de otros camposantos que mantienen, en cada caso, una personalidad propia. Así ocurre con el llamado cementerio del Puerto, inaugurado en el año 1942, y que, además de mantener sus servicios habituales para la población local, reserva un espacio para las comunidades coreana, bahá'í , judía e islámica.
Ubicado en la avenida de Ansite, en la parte alta de la ciudad, entre los barrios de Escaleritas y La Minilla, este cementerio anticipa al visitante unas vistas desde arriba de la salida Norte de la ciudad y los muelles. Los mismos que, en tiempos de intensa actividad de la flota pesquera internacional, propiciaron la conformación en la urbe de comunidades con una presencia actualmente consolidada, como la coreana. La capital grancanaria también es destino tradicional para el asentamiento de comerciantes hindúes, y, en general, por proximidad con el continente africano y actividad portuaria, punto socorrido para la escala de ciudadanos de muy diversa procedencia. Porque no solo el turismo, en términos históricos un fenómeno más reciente en Canarias, define el fuerte carácter cosmopolita de la ciudad.
Las familias judías también recurren para sus servicios funerarios a otros camposantos en la urbe, como el de Tafira (construido en 1939) o el cementerio de San Lázaro, que también guarda espacio para los ritos musulmanes. Este último cementerio, el más moderno (data de 1960), es también el más grande y del más utilizado en la actualidad por la sociedad isleña.